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El estrés (en inglés stress significa tensión) es una reacción fisiológica que prepara al organismo ante una situación o pensamiento que es percibido como amenazante, o cuya demanda está fuera del alcance de nuestras capacidades. Es por lo tanto, una reacción natural que afecta de forma distinta a las personas pero que prolongada en el tiempo y en determinado nivel de intensidad, puede provocar un trastorno de ansiedad.
La ansiedad es una respuesta emocional que implica cambios fisiológicos, normalmente al aumentar los niveles de activación, cognitivos, de carácter subjetivo y displacentero, y conductuales, con la aparición de conductas poco ajustadas. Se calcula que un 20,5% de la población mundial sufre algún tipo de trastorno de ansiedad. Este se caracteriza por sensación de agobio, miedo, angustia o nerviosismo. Sin embargo, la ansiedad no se debe considerar ni sana ni insana, pues es una respuesta adaptativa, tan antigua como el ser humano, que tiene que ver con la supervivencia y que activa y focaliza todos nuestros recursos, físicos y cognitivos, hacia la lucha o la huida. Al igual que ocurre con el estrés, es cuando esa respuesta se hace demasiado duradera, reiterada y desproporcionada en relación al estimulo amenazante, cuando hablamos de ansiedad patológica.
Un afrontamiento ineficaz de la ansiedad puede producir patologías en cuatro áreas:
Es por tanto fundamental conocer lo que nos pasa, así como acceder a las habilidades y estrategias para afrontar la ansiedad de una manera adaptativa.